lunes, 25 de abril de 2011

Abraracúrcix no vuelve, fijo.

Si a Abraracúrcix, jefe de la aldea de Asterix, le hubiera dado por venir este año de turismo a ver la Semana Santa de Sevilla, se hubiera topado con el peor de sus temores. Y es que el gordo y valeroso mandatario galo, que sin titubear un ápice se enfrenta a aguerridos romanos o a desafortunados piratas, sólo siente pavor por una cosa y es: "que el cielo le caiga sobre la cabeza". Así, de haber estado aquí esta Semana Grande Sevillana, ni su escudo protector, ni su pócima mágica lo hubieran librado de ese rotundo desplome del cielo transformado en desoladores aguaceros que se nos han echado encima en estos últimos días. Y es que nos ha caído la del tigre.

Dicen que "en abril aguas mil", pero lo de este año no ha tenido nombre. Y si no, abran la prensa de ayer domingo y lean los titulares: "Triste final", "La peor Semana Santa que usted ha vivido", "El año que no vimos ni media Semana Santa", "Una noche vacía", "Sin opciones y abocados a la desesperanza"... ... O sea, fatal.

Y ahora vienen las preguntas, las anécdotas, los precedentes históricos..., y leemos sobre el aciago 2003 , que al compararlo con este 2011 fue rey; y escuchamos sobre 1932, cuándo con la República únicamente salió la Estrella y lo hizo el Jueves Santo, dando lugar a la leyenda de La Valiente; o nos remontamos a 1933, año en el que no salió ninguna cofradía. A partir de ahí, no ha habido año conocido tan nefasto como éste.

Pero lo más gracioso es cuándo, junto a estas cuitas, también se producen las incertidumbres y las "mea culpa". Y empezamos con que Dios, en su infinita sabiduría, nos ha querido lanzar un aviso y nos cuestionamos si no habrá querido mandarnos un castigo divino. Y nos planteamos si esta Semana Santa, tal y como la enfocamos, tiene un sentido pelín pagano con tanta ostentación, tanta plata, tanto manto bordado, tanta cera, tantas flores, tantas bandas musicales, tanto perifollo y tantos aplausos, chillidos e histéricos llantos. Y, en comparación, nos ponemos a recordar a ese Cristo austero, que se arrimaba a los pobres y harapientos y se enfurecía ante la contemplación de atiborrados mercados o relucientes templos.

No sé... No creo que el pobre de Dios haya tenido nada que ver en todo ésto. Cosas más importantes tendrá que resolver. Bastante liado tenemos el mundo como para que ande perdiendo con nosotros el tiempo. Pero sí es verdad que, tal vez, estemos perdiendo el norte y nos estemos confundiendo.

Sea como fuere, independientemente de que nos mereciéramos o no este aguacero, y de que nos hayamos pasado, como Abraracúrcix, mirando durante una semana, constantemente, el cielo, ha sido una pena que nos haya pasado ésto. Y es que, equivocados o no, éstas son nuestras tradiciones, ésto es lo nuestro.

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