jueves, 7 de abril de 2011

La "hybris"

Supongo que para cuando Napoleón Bonaparte pronunció la célebre frase: "el cementerio esta lleno de personas imprescindibles", había tocado fondo, se encontraba en el ocaso de su gloria en la Isla de Santa Elena escribiendo sus memorias y los palos de la vida le habían hecho dejar atrás su agudizada "hybris".

Para los griegos, la "hybris" era un mal típico del poder que conllevaba "el creerse insustituible, designado por los dioses y con la razón a toda costa, pese a que la realidad lo desmintiese". "Este orgullo desmesurado o confianza en uno mismo exagerado", abocaba a quién lo padecía (siempre según los griegos) a recibir merecido castigo a su sin razón y a su soberbia, llegando a temérseles y a compadecérseles cual leprosos o cual portadores de la peste negra.

En el transcurso del siglo XX, muchos han sido los poderosos que han padecido secuelas físicas y todas ellas están estudiadas y analizadas (*). ¿Cómo influyó, por ejemplo, en sus decisiones y sus gobiernos, la brutal depresión que padecieron Nixon, De Gaulle o Churchill?; ¿y la polio en Roosevelt, o la paranoia en Stalin?; ¿y el parkinson y la monorquidia en Hitler, o la úlcera gastroduodenal en Mussolini?, ¿y el cáncer de próstata en Mitterrand, o la enfermedad de Addison  en JF Kennedy, o el alzhéimer del último año de su mandato en Reagan?. Indudablemente les afectó, les tuvo que afectar. Pero ¿cuáles de ellos adolecieron de "hybris", un mal en muchos casos mucho más pernicioso para un gobernante que los expuestos anteriormente?. ¿Hitler, Stalin, Nixon, Churchill, Bush, Blair?... ¿Berlusconi, Sarkozy, Gadafi o Al-Assad en la más resiente actualidad?...

Sea como fuere, el que padece otros males pero no ése es nuestro lastre nacional, JLR. Zapatero. El hombre se nos va. Y por eso de "a enemigo que huye puente de plata", ahora todos son halagos y adulaciones hacia su persona. ¡Que lección de ética, de saber estar, de generosa y humilde personalidad!. Ahora todo es leer sobre su "racionalidad, coherencia y responsabilidad". ¡Que dulce bonhomía nos mostró a todos al hacer público el sábado pasado su decisión! ¡Qué candor!... Y yo lo que veo es que, tras esa sublime envoltura   de "es lo más conveniente para el PSOE y para el país", huye del varapalos que le van a dar en las municipales y autonómicas de mayo, que pasa "generosamente" un testigo envenenado, que escapa del peso de la valoración más baja (del 3,3) que haya recibido jamás un presidente de nuestro gobierno español, que deja un lastre de cuatro millones de parados en solo dos años... En definitiva, que anuncia su adiós cuando España y su partido sufren la peor de las situaciones posibles. Así que, que se dejen de lisonjas porque, tal y como yo lo percibo, su huida no tiene una lógica de estado, sino una lógica, en todo caso, política y, sobretodo, personal; y que no nos hablen a estas alturas, de "el sabio manejo de los tempos de Zapatero" aludiendo a su gesto porque es, cuanto menos, indecoroso e inapropiado y, ante todo, demencial.

Que se vaya. Que se vaya, es lo mejor.Y que se exilie, como el corso en Santa Elena, en León. Hace poco le escuché una sentencia que me pareció, ya por entonces, tan petulante que la apunté. "Me gustaría pasar a la historia de España como el presidente que, además de hacer frente a la crisis, transformó la economía y llevó a cabo la tercera gran transición económica de la democracia", dijo. Para reírse a carcajadas... o para echarse a llorar, según se mire.
Y es que, Zapatero no habrá sufrido la perniciosa "hybris" del demonio, pero ha padecido algo peor y es el mal del cretinismo, de la falta de preparación y de la mediocridad. Lo peor es que en su nefasta gestión y en su caída nos ha arrastrado a todos. Se ha llevado por delante a toda una nación.
En fin... "a rey muerto, rey puesto". Supongo que por malo que sea lo que venga, nunca será peor.

(*) David Owen: "En el poder y en la enfermedad". Ed. Siruela.

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