lunes, 26 de septiembre de 2011

Sin justificación posible

Sin quererlo ni beberlo, este fin de semana pasado llegó a mis manos una revista en la que se anunciaba a bombo y platillo que el fenómeno esperpéntico ése, llamado Belén Esteban, tenía faltas. Y no se referían -como en un primer momento se pudiese pensar- a que estuviese embarazada -cosa que al parecer la chica estuvo explotando también este verano a golpes de titulares y talonario- , sino a que tenía faltas de las de ortografía.
El caso es que, según se ve, la famosa de Paracuellos tiene -como cualquiera que quiera estar en el candelero- una página en Twitter y, en ella, se ha prodigado con un "ay" que no es un lamento sino un verbo, con un "apollo" que no va de gallinaceas sino de sostén, con un "ha" que en este caso no va de verbos sino de preposición... y todo en ese plan.
Y ahora viene la pregunta del millón: "¿Y a quién le extraña?". Porque a la chica de marras, la agudeza de lengua se le reconoce, como la profusión (más o menos refinada) de gestos y, por supuesto, lista es como el hambre, pero de ahí a pensar que se haya leído un libro en su vida hay todo un abismo... ...
Pero a mi, lo que realmente me sorprende es que, con todo lo que hay para publicar y denunciar, se llenen páginas y primeras planas para hacerse eco de semejante noticia. Porque digo yo, ¿a quién le importa que la Esteban escriba mal? ¿Es preciso gastar ríos de tinta para editar dicha tontería?

Sea como fuere, tres días después de toparme con dicha primicia, o sea, el miércoles pasado día 21, leí igualmente un titular que me atrajo. Este dictaba: "¿Adiós con el corazón?" y hacía alusión a que, al fin, los programas morralla, que se hacen llamar "del corazón" y en la que monstruos despiadados como "Karmele Merchante, María Patiño, Jesús Mariñas" o la mismísima Belen Esteban afilaban uñas y lenguas despellejando a famosos, estaban empezando a estar "demodé" y los índices de audiencia les estaban bajando como la espuma. "¡Hombre!", me dije, "¡por fin este país nuestro empieza a madurar!". Y es que no hay nada como tres años consecutivos de crisis bestial, de paro elevado y de desaliento económico y desesperanza hacia el futuro, para entender que el escuchar despotricar sin piedad, de fulanito o menganita de tal, no nos lleva a ninguna parte y que, con la angustia y la ansiedad vital que tenemos, cual espada de Damocles sobre nuestros pescuezos, se relativizan las cosas y lo menos que nos tiene que interesar es el escuchar hablar de los demás.

De todas maneras y como acto de contrición, ahora que me he adentrado en el sórdido mundo de la difamación, quiero lanzar un "mea culpa".- Gracias a Dios sois pocos aún los que, tras el verano, os habéis reincorporado a estas páginas. Gracias a ello, fuisteis 1 o 2 los que pudisteis leer en toda su esencia, durante las escasas horas que estuvo íntegra, mi bajada anterior: "La acera de enfrente". Mi falta de audiencia actual me salvó. Me salvó de la vergüenza -que la siento profundamente- de que leyéseis con pelos y señales lo que hoy esta censurado.- Pero sea como fuere, no hay nada que justifique lo que hice y es que ¿dónde esta el límite? ¿Que diferencia hubo ese día entre la viperina y vulgar Belen Esteban y yo?. Ninguna. O sí, había una en su defensa y es que mientras ella era una limpiadora de Paracuellos, sin estudios, cultura, ni formación y se ha hecho un hueco en la vida, como buena superviviente, a base de hacer lo que hace, yo no. Yo soy licenciada, me vanaglorio de mis principios éticos y   de mi pasión por la lectura y el arte..., y, por supuesto tan snob yo, bramo contra la telebasura, cuando aquel día la que hice un blogbasura fui yo.
No hay nada que justifique la denigración, la ofensa, la difamación, el libelo. Ni el saber que te va a leer poca gente, ni el legitimarte ni protegerte tras el biombo de que la fuente viene de boca de otros. Nada justificó mi acción. Y es que ¿dónde esta la raya de la moralidad?, ¿cuál es el "hasta aquí"?. No hay límite para la moralidad señores, si uno no se lo marca. Lo peligroso es cuando, a sabiendas o inconscientemente, bajas la guardia de tu decencia una vez y ésta te da pie a una segunda... y, así, cuando te das cuenta, estas metida en una espiral sin salida... Y esto lo extrapolo a todo ámbito y a todo lugar, desde los personajillos que en estos programas despellejan sin recato ni pudor, al alcalde que acepta un soborno, al pederasta que acaricia por primera vez, al nazi que metió al primer judío en la cámara de gas, al etarra que pegó su primer tiro en la nuca, al bosnio que mató o violó a una mujer musulmana... ¡Todo es empezar!
Así, desde estas páginas os pido perdón. Por un momento, perdí el norte. Seguiré opinando sobre el aburrido Rajoy, el inepto Zapatero, el lascivo Strauss Khan, o el asesino Al Assad, pero no volveré a entrar en el juego de tachar a nadie de lo que no quiere mostrar o de lo que, incluso, a lo mejor ni es. No es mi papel, ni me hizo sentirme bien.

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