miércoles, 5 de octubre de 2011

El síndrome del nido vacío

Es duro, sí, pero inevitable como la muerte. Y si pretendemos evitarlo, traicionamos la idiosincrasia de ser padres; la idiosincrasia que conlleva el desear lo mejor para nuestros hijos.
Pretender retenerlos en una jaula de oro no sirve. Tienen que volar, como nosotros volamos y nuestros padres antes que nosotros.
Pero se hace duro, sí. Y duele.
Se hace duro porque es nuestro primer paso hacia la vejez, hacia el ocaso. Nuestra acción primigenia, básica, animal, que es la de tener y la de criar a nuestros hijos, esta cumplida. Se cierra el ciclo...
Y, claro, esta el amor... reservado en este mundo de especies, solo para nosotros, los humanos.

Se van. ¿Y ahora que queda? Sencillo: quedamos nosotros, a pelo, con nuestra plenitud o nuestros vacíos, pero sea como fuere, desnudos, expuestos a todo.
Ya no hay bullicio, ni algarabía, ni meriendas, deberes, baños, limpieza de dientes o juegos de tus hijos tras los que ampararte. El desnudo es total... el desasosiego, la desolación..., a no ser que, a sabiendas de que este momento habría de llegar, te hayas ido tejiendo un abrigo protector para cuando fuese el momento, y, al margen de ellos, hubieses tenido la "previsión" de alimentar tus aficiones, de llenar tu mundo.- Pero no es posible, aunque se premedite, porque mientras que ellos están con nosotros nos absorben, nos llenan con sus anhelos, sus frustraciones, con sus logros, con sus imperiosas necesidades... No hay apenas tiempo para nosotros. Y es que es tan hermoso... , tan bonito ver como se van abriendo a la vida, día a día, paso a paso... que no deseas perderte en tus laberintos a costa de dejar de presenciar algún momento del desarrollo de ellos.
Y crecen y crecen hasta que llega el duro momento en el que el cordón umbilical ha de romperse. Y nos desgarra... Nunca se puede estar preparado para éso. Para llevarlo con naturalidad tendríamos que ser aves, peces, insectos, reptiles, tortugas o jirafas, jabalíes, hipopótamos, liebres, vacas, ñus, felinos, ciervos... A nosotros, padres y madres humanos, ese músculo llamado corazón nos traiciona, como nos traiciona nuestro cerebro, nuestros pensamientos, recuerdos, nostalgias, sentimientos...

Así que, a ti "Reyes de Zaragoza", a pesar de lo que te responde el psicólogo al que le muestras tu desconsuelo y de los consejos que éste te da para superar el "síndrome del nido vacío", tendrás que pasar el tirón, es inevitable. Tú  "única hija" se ha ido y aunque cada fin de semana volverá, ya esta señalado el principio del fin, fin que marcará el que poco a poco vayas siendo menos trascendental para ella, el que vaya formándose al margen tuya y distanciándose, el que acabes pasando a un irrevocable segundo plano en su vida ya que, hora a hora, se le irán colando nuevos elementos, personas, lazos, sentimientos en su existencia... Al margen tuya. Dejará de ser una niña... tú niña.

¿Pero sabes? a todo se acostumbra uno. Así, lo que un día te desgarró se torna en satisfacción, en orgullo, en la tranquilidad de "lo bien hecho" y mientras más independientes los ves, luchando, corneando a pelo, llevando a cabo sus proyectos de vida, más vas entendiendo. Y llegas a racionalizar tu sacrificio y a dar por bueno lo mucho que los echas de menos...
Es la vida Reyes y ni podemos ni debemos -por ellos- pretender que sea de otra manera. Porque mañana, tu niña, la de tus entrañas, será mujer y madre y pasará igualmente por este trance. Es el ciclo de la vida, hija, en el que inevitablemente morimos poco a poco. Porque cuando se van es como morir ¿verdad?...
Pero se resucita.

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