miércoles, 19 de octubre de 2011

Nobleza Obliga

Como bien decía nuestro glorioso Antonio Machado en su poemario "Campos de Castilla" y, concrétamente, en su precioso poema "El mañana efímero", tenemos una "España de charanga y pandereta". Lo penoso es que la tenía él allá por 1913  y la seguimos teniendo nosotros hoy, casi un siglo después.
El producto de tan desalentadora reflexión no ha sido otro que el contemplar que 15 días después de la bufonada de la archicomentada boda ducal, la protagonista de dicho evento ha sacado un libro titulado "Yo, Cayetana", teóricamente escrito por ella, en el que cuenta todo tipo de simplezas que, en principio, no deberían de interesar a nadie. Pero ¿que se apuestan a que será un fenómeno editorial? La duquesa lo ha tenido claro. No satisfecha con los pingües beneficios de su esperpéntico casorio, producto de la venta de las imágenes del mismo a las revistas del corazón, ha querido aumentar el montante de sus arcas metiéndose a escritora, con la consiguiente falta de respeto hacia todo aquel que se gana ese título a costa de sudores y lágrimas, o sea, por pleno derecho.
Y ahí ya me toca las narices.
¡Ay, si don Antonio levantara la cabeza! Se quedaría espantado. Porque lo de este libro ha sido ya el culmen de un despropósito, de un desatino como la copa de un pino que, si en su momento no me sentí animada para comentar, hoy sí.

Verán. A una servidora el que doña María del Rosario Cayetana Victoria Eugenia Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay se haya casado con quien le haya dado la gana es algo que no le molesta, tanto si lo hace con un señor 25 años menor que ella, como si lo hubiera hecho con su mismísima madrina. Es su vida. Tampoco me considero con derecho a juzgar sus estrafalarias vestimentas, o sus pelos, o sus pulseritas del tobillo o sus aderezos... Ella misma. Lo que no admite ni un pase es el baile y el consiguiente número que dio a la puerta del Palacio de Dueñas ante todos, baile que por ende "disfrutamos" (-con horror-) y aplaudimos cada uno de nosotros.... Bueno, un inciso; curiosamente al 99,99% de las mujeres nos gustó, al 99,99% de los hombres, no.
Y ahora vienen los comentarios posteriores al patético baile de "la condesa descalza", que es cómo con un extremo cariño la han llegado a calificar (¿asemejándola acaso a la espectacular Ava Gardner?). En estos quince días, que son los que nos distancian del día de marras, he escuchado despropósitos tipo: que si "es muy campechana", que "es mi ídolo", que si "me he convertido en su fan nº 1", que si "me encanta la tía porque hace lo que le da la gana y se pone el mundo por montera"..., siendo este último comentario el que más me ha dolido.- Porque, digo yo que de haber sido gestada en un vientre de una hortelana de la Alpujarra bien podría haber hecho de su capa un sayo, pero al haber tenido el exclusivo privilegio de haber nacido de un útero regio -nacimiento que por azar le ha concedido extraordinarios privilegios de los que disfrutan holgadamente ella, sus hijos y sus nietos- esto conlleva -a mi humilde parecer- derechos -de lo que hace ampliamente gala- y deberes -que no vislumbramos por ningún sitio- por partes iguales. Y no creo que en el papel de doña Cayetana, portadora de 46 títulos y 20 Grandezas de España, esté el comportarse como una locaza. Y cuidado, señores, que yo soy la primera que reconozco que a mí la duquesa me hace gracia, pero igualmente pienso que con toda esta pantomima se ha pasado de la raya.
Amigos, la Grandeza no solo conlleva latifundios, cortijos, palacios, diamantes, tiaras..., en definitiva, riquezas de arcas, sino que también requiere porte, actitud ante la vida, prestancia... y, que se sepa, el día 5 de octubre, la de Alba se comportó como una vulgar y patética mamarracha.

Nobleza obliga que escribiría Ortega y Gasset en su ensayo "El hombre sin nobleza", aludiendo a aquel  que "cree que tiene solo derechos y no cree que tiene obligaciones: el hombre sin la nobleza que obliga".
Pues eso, la duquesa, pasándose por debajo del babi sus deberes que, como máximo representante de nuestra rancia nobleza española, tiene, ha dejado a nuestra aristocracia -y a la vista del mundo entero- a la altura de una piltrafa. Para que luego me venga cualquier insensata hablándome de la admiración que le genera la señora por aquello de que se ria de todo y de que se ponga el mundo por montera....
Que luego no nos quejemos si somos el hazmerreir de Europa, del Mundo. Con embajadores como estos, -disolutos e irresponsables- crudo lo tenemos. No cambiamos ni aprendemos; eramos, somos y seremos un país de charanga y pandereta y por tanto, ¡reconozcanmelo!, tristemente recibimos y recibiremos lo que nos merecemos, o sea, unas sublimes y grandiosas dosis de falta de consideración y de respeto.

¡Ah! y otro inciso. En estos últimos días, estamos contemplando a una indignada Ministra Rosa Aguilar, contrariada ella por la nueva propuesta de la UE para la Política Agraria Común (PAC) para el período 2014-2020. En ella, se innova con -entre otras- una norma por la cual ningún agricultor percibiría de ayuda más de 300.000€ anuales, tuviese las hectáreas que tuviese, norma ésta que inhabilitaría a la actual vigente, por la que se paga al propietario por hectárea poseída... Y ahora viene la traca... ¿saben ustedes, por tanto, quién esta recibiendo hasta el día de hoy en España el mayor montante de estas ayudas Comunitarias?, pues la Casa de Alba. No el encallecido y hosco agricultor de la Alpujarra o tantos y tantos como él, no, sino la Casa de Alba.
Reflexionen sobre ello y convénzanme después de lo simpático que resulta que doña Cayetana pague 8 millones de € a cada uno de sus hijos para que consientan su boda y que, para más inri, nos muestre con su festiva danza, que -como siempre- ha vuelto a hacer lo que le da la real gana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario