sábado, 16 de octubre de 2010

La jauría humana

¿Recuerdan aquella película opresiva de Fritz Lang en la que una masa incontrolada linchaba a un inocente Spencer Tracy?. "Furia" se llamaba; si la han visto, seguro que la recuerdan, era tan angustiosa que no se olvida con facilidad.
El caso es que ayer, por circunstancias que ahora mencionaré, la extraje involuntariamente del baul de mi memoria. El detonante de tal despertar fué el ver en el telediario el dantesco espectáculo de Isabel Pantoja acudiendo a los Juzgados.
Eso fué a las 3,00 pero unos horas antes reflexionaba en este blog sobre la libertad de expresión y sobre el derecho de las personas a clamar cuándo les viniese en gana... Hoy me veo en la necesidad de matizar esa afirmación..., porque, verán, de lo que ayer a primera hora defendía, a lo que al mediodía pasó a la tonadillera, hay un sutil y peligroso paso que jamás debería de ser traspasado.
Que se sepa, esa señora es inocente mientras se demuestre lo contrario..., y no es que yo sienta una especial simpatía hacia ella, pero pienso que se la está tratando con excesivo escarnio. Si ha robado, que lo pague, pero en lo que no se puede caer es en condenarla de antemano.
El episodio de ayer fué, por espontáneo, brutal; la empujaron, la insultaron, le rajaron el vestido... cosas todas que no deberían de haber pasado.
Si ayer hablábamos del incuestionable derecho del pueblo a la libertad de expresión en un país democrático, hoy es necesario denunciar la falta de caridad y sentido igualmente democrático que, a veces, tiene ese mismo pueblo llano a la hora de castigar cuándo lo considera necesario. Ayer, con esa actitud de una violencia extrema, se transformaron en despiadados verdugos y convirtieron a la Pantoja en martir. ¿Y saben lo gracioso? que la mayoría de esas personas estaban allí, fijo, por diversión, como a divertirse iba el pueblo cuándo presenciaban las hogueras de la Inquisición o los aguillotinamientos de la Revolución.
Ese es el peligro de la masa, que cuándo el ser humano se confunde en ella, puede cometer la mayor de las atrocidades en el más absoluto de los anonimatos.
En fin... un episodio que se debería de haber evitado.
¡Ah! y una especial mención a esos depredadores de noticias que se hacen llamar periodistas. Injustificable fue ese "celo profesional" que les llevó a comportarse con esa voracidad. Despreciable.

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