martes, 28 de septiembre de 2010

¡Hijos de mala madre!

Estando el pasado sábado en una boda del más puro ambiente taurino, tuve el desafortunado "placer" de escuchar, mientras comía, ciertas "anécdotas" que me vinieron a confirmar que ésto de los toros si no tiene los días contados, debería de tenerlos.
Como inciso, antes de proseguir, quiero declararles ( para no llevarles a engaño) mi condición de antitaurina y no sólo de las que no pisan un ruedo por principio (y por desagrado, por supuesto), sino de las que también acabaría de un tajo y por Decreto Ley con nuestra denominada Fiesta Nacional. Y sin pestañear. Pero, a pesar de ello, intentaré narrar la historia de lo que oí, con la mayor objetividad que la mala baba generada en ese día me permita. Ya tendrán ustedes ocasión de juzgar...
Prosigo...
El caso es que entre plato y plato, los comensales con los que compartía mesa, todos ellos amantes enardecidos de los toros, empezaron a narrar ciertas historias, de esas que no conoce nadie, sólo los muy  iniciados. Así, el comensal de mi derecha contó, con sumo regocijo, cuáles eran las últimas novedades para debilitar al toro antes de salir al ruedo. Y no crean que me voy a referir a la salvaje puya del picador que todos conocemos, sino a técnicas más oscuras, más siniestras...
La primera (sólo tuve estómago para escuchar dos) consiste en astillarle un cuerno al toro; en la fractura le inyectan un hongo, hongo éste que produce una brutal infección en ese lado de la testa, dejando al animal, por consiguiente, con unos dolores insoportables y ciego de ese ojo... Con ello se consigue que el toro embista sólo por un lado ( no entendí si por el bueno o por el malo); se le avisa al torero de marras de cuál es el lado en el que le han hecho el desaguisado y éste, chulillo él, hace todos sus pinitos por el lado contrario...
Sin comentarios...; pero aquí no acabo.
La segunda manera de mermar la fuerza del astado era mucho menos elaborada, pero no por ello menos perversa... Cuándo el toro está encajado en el tunel (o cómo se llame) antes de salir a la plaza, se le echan desde arriba sacos llenos de arena para deslomarlo; ésto le provoca tal lesión en los riñones y tales dolores, que sale al coso absolutamente destrozado, al parecer casi muerto en algunos casos.
Ni que decirles tiene que en este punto  yo ya no podía ni masticar, ni tragar y, ni mucho menos, digerir lo que comía, con lo que en un gesto de suprema rebeldía (que sólo oyó el narrador de mi diestra, pero que a mí me reconfortó) le dije algo así cómo: "Si yo fuera Presidente del Gobierno, por Ley, terminaba con todo ésto" y me fuí al baño. No quise escuchar más; estaba literamente enfermando. Y el caso es que núnca dudé sobre la veracidad de lo que estaban contando; me consta que sabían lo que decían.
Hay un artículo de Antonio Lorca en EL PAIS de ayer lunes 27 titulado: "La fiesta de los toros, a Sanidad" que comienza diciendo: "Quieren los toreros que la fiesta pase a depender del Ministerio de Cultura. Vana ilusión. Los toros deben estar incardinados en el de Sanidad, pues padecen enfermedades graves y dolencias que parecen incurables y necesitan cuidados intensivos".... Y sigue afirmando: "hay que tener la chaveta perdida (refiriéndose a los aficionados) para acudir tarde tras tarde a esta tristísima farsa en la que han convertido este espectáculo" o "si no hay respeto por el toro, difícilmente puede haberlo por el torero". Y prosigue: "No puede estar en Cultura una farsa de algo que en su día se consideró un arte y hoy es una miseria"... ; "mientras que no se resucite al toro bravo, esta fiesta tiene un serio riesgo de pronta desaparición"...
Y ahora arrea contra los toreros, conocedores de todo el entuerto: "Y los toreros, las figuras, quienes mantienen este engaño, no pueden irse de rositas... ... son arte y parte de corridas podridas y alguien debería pedirles responsabilidades" Ahí queda eso, con dos pares de huevos y en el mismísimo EL PAIS. Claro, si yo no hubiera escuchado lo que se contó en aquella mesa no habría sabido leer entre líneas el asunto al que este encomiable crítico taurino se estaba refiriendo.
En fin... no me extiendo más. No seré yo quién llore si algún día se acaba definitivamente con nuestra ¿¿¿¿Fiesta???? Nacional; ya me alegré sobremanera cuándo la abolieron en Cataluña el pasado 28 de julio. Pero presiento que no tendré el gusto de vivir ese momento; como tampoco se podrá terminar con esos más de 3000 festejos que hay en España en las que turbas borrachas queman, matan a palos, despeñan y realizan otras muchas atrocidades a animales (en su mayoría toros también) en aras de su fiesta local...

Finalizo con una recomendación para todos aquellos que hoy se hacen (con mayor o menor fortuna) llamar toreros...; lean "Juan Belmonte, matador de toros" de Manuel Chavez Nogales. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero ya que persisten en el firme empeño de seguir matando con todo tipo de deslealtades al toro, por lo menos que sepan cómo se hacía antes, cuándo los toreros se ponían delante del astado con honor, con pasión y con hambre; a ver si se les cae, al menos un poco, la cara de vergüenza.
Me conformo con eso. De momento... ...

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