domingo, 14 de noviembre de 2010

¡Es que son niños!

Tras ver hoy a Fernando Alonso en Abu Dhabi, me viene a la memoria el 31 de octubre pasado, fecha en la que vi la carrera victoriosa (en este caso, de 125cc) de Marc Márquez en el circuito de Estoril y que me dejó absolutamente sobrecogida. Al día siguiente, en la prensa, los entusiastas periodistas deportivos la tildaban de "victoria épica", "de gran logro" y al narrar su transcurso lo hacían con frases tales como: "Márquez se la jugó pasando entre dos rivales que se cerraban"... o "en la última vuelta se puso el primero en una espeluznante apurada de frenada a final de recta"... o "tras caerse... a falta de nueve vueltas... se reincorporó a la carrera con 15 pilotos por delante... y desde la última plaza de la formación de salida, realizó una fulgurante escapada de salida que le llevó hasta la 4ª plaza a final de la vuelta...". Vamos, todo muy épico. Ni que decir, por si no la vieron, que M.M. ganó.
Si se fijan, en estos grandilocuentes relatos periodísticos no faltan las palabras o las frases: "se la jugó", "espeluznante", "fulgurante", "espectacular"... pero la sensación que nos dejó a todos fue de que ese "heroico" chaval no se mató porque no era su día. Solo había que ver la cara del padre mientras veía en boxers la carrera; era todo un poema. Posteriormente, el aguerrido piloto se reía viendo las imágenes de su nervioso progenitor y, al dar una explicación a su logro y su carrera dijo crípticamente que cometió un "error de principiante" patinando y cayéndose y que cuándo se incorporó al circuito, sabiéndolo todo perdido lo "apostó todo por el todo" y "se agarró a la moto y tiró"... ¡Que "lo apostó todo por el todo" y que "se agarró a la moto y tiró"!...Vamos, que lo cuenta de milagro porque podría haber acabado como Shoya Tomizana, que se mató con 19 años en San Marino, en septiembre pasado.
Y ahora viene la pregunta del millón, ¿qué hace un niño de 17 años realizando un deporte de alto riesgo como ése? Pregunta a la que todo el mundo me responde lo mismo, pues que "hay que tener esa edad para correr como corren, que cuándo ya tienes más edad ya no es lo mismo y no se la juegan igual"...
Y ahí es adonde yo quería llegar. En unos tiempos en los que se habla tanto de preservar la integridad física y moral del menor ¿qué hacen esos niños montados en esas motos, a esas velocidades y aplaudidos por todos? ¿Quién da potestad a esos padres para alimentar esas aficiones desde edades tan tempranas en esos chicos? Cualquier día leeremos en la prensa que en "no sé dónde" hay combates de boxeo con niños chicos partiéndose mandíbulas y cejas a crudos y duros golpes... y lo narrarán ponderando la agilidad de uno y el buen derechazo de otro... Fríamente, sin escándalos. No se extrañen.

Para terminar, decirles que ayer leí en EL PAIS este titular: "Un niño de 12 años, uno de los sicarios más buscados en México" El Ponchis, se llama el crío. Al parecer es tan osado que se atreve con misiones que no son capaces de realizar ninguno de sus correligionarios de muchos más años del cartel del Pacífico Sur mejicano. Así, se ha convertido en una máquina de matar perfecta, sin fallos y cobra por cada asesinato perpetrado 3000$ (=2191€). Mal destino le auguro yo. A sus padres y hermanos, las vidas se las va a dejar resueltas, pero como no lo encierren antes, este chico no llega a los 18 años.
Y volvemos a lo mismo. No es que yo pretenda asemejar, ni por un momento, el sanguinario trabajo de El Ponchis, con el de nuestro joven  e imberbe motorista, ¡Dios me libre! Pero ambos son niños. En éso sí son iguales y ambos aún no han madurado, no han desarrollado su capacidad de discernir, en toda su dimensión, entre lo bueno y lo malo, pero están realizando trabajos de hombres cuándo deberían de estar estudiando, pensando en las niñas o jugando.
En fin... estamos cansados de escuchar denunciar a las ONGs, cómo se reclutan a niños para las guerrillas. Niños que son inicialmente secuestrados, que desarraigan de sus familias y a los que, aún llorando, le ponen un arma en las manos. Niños que, posteriormente, con una visión aún irreal de la vida, juegan matando sin entender la trascendencia de sus acciones y mueren sin haberse enterado de cómo los han utilizado. Es una monstruosidad, pero esta pasando.
Y no puede ser, no puede ser, no puede ser. No esta bien... Como tampoco esta bien (aunque en otra dimensión, insisto) que un adolescente de 17 años se este jugando la vida, con el beneplácito y a la vista de todos, a diario.
Pero claro, todo ésto es a mi humilde entender. Y aunque sé que seguiremos presenciándolo, quería darme el desahogo de denunciarlo.

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