sábado, 2 de julio de 2011

Ai Weiwei, Hu Jia, 90º aniversarios, Wen Jiabao y sus A320, atracadores, atracados y, en otra órbita muy diferente, un bellísimo Stradivarius.

Tras un ciclo en el que solo leía noticias concernientes al mundo árabe (que, por cierto, injustificable e inexplicablemente se han eclipsado pasando a un segundo plano cuando esa pobre gente sigue aún padeciendo todo tipo de atrocidades y sigue muriendo), últimamente solo hacen llegarme a las retinas flashes periodísticos sobre el  universo asiático, y, concrétamente, sobre chinos y japoneses.

Así, en poco más de una semana, hemos leído que en China andan de fiesta, conmemorando el 90º aniversario del Partido Comunista (EL PAIS, 30.VI.'11) o que  el Primer Ministro Wen Jiabao se ha reunido con frau Merkel y nos ha comprado 88 aviones Airbus A320 por la módica suma de 7.000 millones de € (28.VI.'11)... Igualmente se nos ha informado, con pelos y señales, de las liberaciones, por parte del Gobierno chino, del "díscolo" artista plástico Ai Weiwei (El Mundo, 23.VI.'11), o del defensor de los derechos humanos, Premio Sarajevo 2008, Hu Jia (El Mundo, 26.VI.'11) y hemos podido comprobar que, ambos, han salido de la carcel bastante achicados y con los labios más sellados que putas de barrios adinerados. Actitud que no deja de ser de lo más comprensible y natural, por aquello del pánico a las represalias y a la consiguiente pérdida de libertad. Pero vaya, se le reconoce al Gobierno de la China de Mao el detalle de estas excarcelaciones, aunque aún estamos esperando que nos digan algo sobre el Premio Nobel 2010 Ziu Xiaobo, personaje éste que ningún medio ha recordado ni mencionado hace ya bastante tiempo.

Luego, pasando de los que ya han salido del trullo a los que podrían estar en él en breve, hay otra noticia que me ha dejado con la boca colgando. Dicta así: "De profesión, atracador de chinos" (EL PAIS, 28.VI.'11). Sí, como lo leen,  y es que por lo visto, la Brigada Central del Crimen Organizado del Cuerpo Nacional de Policía (¡toma ya!) ha detectado la existencia de bandas organizadas de ladrones, especializadas, en absoluta exclusividad, en robar a comerciantes "del gigante asiático asentados en España".- El caso curioso es que, como en todo lo demás, ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Sepan ustedes que los atracadores de estos infelices chinos no son sino otros chinos. ¿Y por qué? se preguntarán, ¿qué sentido tiene que se perjudiquen entre ellos con lo sectarios que son?. Pues, muy fácil... porque conocedores iniciáticos de sus propios códigos y costumbres, estos hábiles ladrones saben que sus compatriotas se enriquecen con nuestros euros pero sin darnos nada a cambio y, así, manejan en efectivo grandes cantidades de dinero porque les joroba meterlo en nuestros bancos, e, igualmente, no denuncian los robos como nosotros, no sé si por desconfianza, por temor a que en las pesquisas nuestra "eficaz" policía descubra algo más de lo debido (ya sería raro), o, sencillamente, porque ya se encargarán ellos de (con las mafias que dicen que los respaldan) buscar justicia y recuperar sus ganancias... En fin, todo muy complicado, tanto que yo me ratifico y sigo insistiendo en que estos chinos... no sé, no sé, no sé... ; hay algo en ellos que... yo que sé... ¡que no me gustan un pelo, vamos!

Pero no vayan a pensar que esa animadversión mía va dirigida hacia todo el universo de "ojos rasgados"; no, no, no, nada más allá.- Hace poco, leí un libro del escritor nipón Natsume Soseki ("Botchan") y, en la introducción, Andrés Ibáñez decía que no hay nada más diferente que las personalidades de un chino y un japonés; que mientras los primeros son "sinuosos, brillantes, melodiosos y en sus jardines hay agua y carpas", los segundos, totalmente antagónicos, son "limpios, austeros, cuadrados, silenciosos y en sus jardines prima la arena blanca y la piedra". Igualmente nos cuenta que (y esto no lo sabía y me resultó curioso) mientras que "en la lengua china no existe la 'erre' y todo son acústicas 'eles', en la japonesa no existe la 'ele' y todo son 'erres' armoniosas". En fin... que son muy diferentes.
Sea como fuere, me gustan los japoneses. Me gusta sus historias de los nobles samurais, admiro a Katsumoto, me gustan sus rituales, sus gheisas, su sentido del honor, incluso sus ingenuos kamikazes, sus dramáticos harakiris y sus kimonos; me gustan sus jardines, su comida, sus casas...; y admiro, ante todo, su respuesta a lo Fuenteovejuna ante cualquier adversidad. Solo hay que ver cómo reaccionaron ante la tragedia de Fukushima... ... Y aquí es a dónde quería llegar.

El domingo pasado leí una noticia preciosísima. Hablaba sobre un peculiar stradivarius, el Lady Blunt que, estando en posesión de la Fundación Japonesa de la Música, había salido a subasta, ya que ésta había decidido desprenderse de él, a pesar de ser su más "preciada joya", "a fin de obtener dinero para los damnificados por el tsunami de Fukushima". La historia me conmovió, la verdad. Léanla, les encantará. "La 'Mona Lisa' de cuatro cuerdas", se llama el artículo (EL PAIS, 26.VI.'11). Adéntrense en el periplo de éste valiosísimo instrumento, que más recuerda a la película "El Violín Rojo" de F. Girard que a una historia real, y capten en toda su inmensidad, la generosidad y la honorabilidad del gesto de deshacerse de algo tan bello para hacer frente a las innumerables necesidades de este diezmado pueblo.- Durante semanas vimos con admiración cómo, tras la tragedia que vivieron, esta noble gente se hicieron piña y tiraron para delante sin fisuras, organizadamente, con resignación..., acciones todas ellas que hoy quedan encumbradas y magnificadas con este sublime detalle que les cuento.
¡Que quieren que les diga!. Estas cosas me dan que pensar y es que, ya me gustaría a mí comprobar qué pasaría en el caso de vernos en un brete igual y teniendo que decidir si deshacernos de un Velazquez o un Goya, de ésos magníficos que tenemos en nuestros museos. Seguro que nos negábamos a semejante desprendimiento. Para éso hay que ser grande como nación y, nosotros, "manque nos pese", dejamos de serlo hace tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario