miércoles, 16 de diciembre de 2009

El ingenuo creyente

Hace dos días, leí en EL PAIS un artículo que narraba un hecho curioso. Contaba cómo un Senador de Nebraska había presentado una demanda contra Dios, al que, concretamente, acusaba de ser el causante de "espantonsas inundaciones, egregios terremotos, horrendos huracanes, terroríficos tornados, perniciosas plagas, feroces hambrunas, devastadoras sequías y guerras genocidas en todo el mundo". Así, pretendía sentarlo en el banquillo porque consideraba que "esas nefastas catástrofes habían originado muertes generalizadas, destrucciones y habían aterrorizado a millones de habitantes de la tierra". Lo doblemente curioso del caso es que una Corte de EEUU admitió a trámite dicha demanda, aunque un año después un Magistrado decidió rechazarla porque había intentado notificar a Dios la existencia de una causa contra Él, pero había sido imposible por falta de domicilio.
Pura anécdota.
Lo entrañable del caso es el hecho de que ese Senador, ese demandante, tuviera la sublime candidez de poseer una fé tan ciega en la existencia de Dios, como para sentirse cabreado con Él y llevar a cabo semejante insensatez.
Que fácil lo tiene el fiel creyente, aquel que tiene el sostén de Dios. Que fácil es afrontar la vida y la muerte con la creencia de que hay un Ser Superior pendiente de cada uno de nosotros. Un Dios bondadoso, aunque también (a la vista de lo leído) cruel y castigador al que agradecerle todo lo bueno, pero de paso endosarle todo lo malo.
No trato de entrar en un debate sobre si Dios existe o no. No se trata de eso. Lo que pienso es que, al margen de su posible existencia y dedicación, esas catástrofes naturales, esos países con hambre y esas guerras salvajes, lo más probable es que sean más producto del mal hacer, la decidia o el odio del hombre que de otra cosa.
Valoro la enorme fé del Senador que, dolido, demandó al Señor. Y es que, es verdad, no hay mayor dolor que el que te causa aquél al que amas y del que lo esperas todo... ...
De todas maneras, ya me hubiera gustado que la notificación le hubiera llegado a Dios y haberlo podido ver en el banquillo. Hubiera sido interesante oir su alegación, porque a mí me da que tiene que estar ya de nosotros hasta las mismísimas barbas. ¿O no?

1 comentario:

  1. Mira por donde creo que esto tiene que ver con mi comentario de ayer. La vida es lo que es, azota aquí y hace brillar un espléndido sol en otro sitio. Puedes llamarle Dios, el Destino, la Naturaleza, o como prefieras.Los hombres somos peleles en manos de esas fuerzas y no tenemos lo que merecemos si no lo que nos toca. Naturalmente todos luchamos por hacer nuestra vida mejor y forjarnos nuestro dsetino, pero cualquiera de las catástrofes del senador acaba de un tajo con nuestro porvenir. Lo absurdo es querer pedir responsabilidades a Dios o a la Naturaleza; solo están haciendo su trabajo. La mayoría, afortunadamente, no pasamos por esas vicisitudes y, más o menos, tenemos lo que nos hemos ganado. Pero a quien le toca perder o no es puro azar.

    ResponderEliminar