domingo, 24 de enero de 2010

Manuel Chavez Nogales, ¡que gran escritor!

Siempre se ha dicho que tendemos a no valoral lo que tenemos habitualmente ante nuestros ojos.Y es cierto. Yo que paso frecuentemente ante la Giralda, núnca levanto la mirada para contemplarla. Igualmente, viajamos por todo el mundo y no conocemos la gran riqueza y belleza de España. Y así con todo.
De hecho, ahora estoy inmersa en la lectura de la obra de nuestro escritor sevillano Manuel Chavez Nogales. Ha sido un descubrimiento tardío. Había leído a sudamericanos, rusos, escandinavos y, mira por dónde, había un autor de Sevilla que desconocía hasta hace nada y que, al día de hoy, me tiene cautivada. Tras "El maestro Juan Martínez, que estaba allí" y "Juan Belmonte, matador de toros", ahora estoy leyendo "A sangre y fuego"; una obra sobre nuestra salvaje y cainita Guerra Civil. Si bien (aunque digan que ésta es su obra cumbre) a mí me han gustado más las dos anteriores, ésta me esta maravillando por su ecuanimidad.
Un 10 para Chavez Nogales, que aún teniendo que exiliarse en el 36 por republicano, tuvo la sabiduría de narrar, en un mismo libro, las atrocidades cometidas por ambos bandos. Por ambos, y eso que él se vió duramente afectado por uno de ellos...
Es curioso ver la imparcialidad de un personaje que vivió la Guerra Civil en primera línea y la intransigencia de otros que ni siquiera la olieron.
Me remito, de hecho, a un llamamiento que hizo EL PAIS dominical a principios del 2003. Básicamente, animaba a toda persona que  tuviera una historia que contar sobre la Guerra a que lo hiciera. El caso es que ya llevaban semanas publicándolas cuando yo me decidí y mandé la mía. Os la reproduzco tal y cómo la envié a la editorial el 20-II-2003:

Cuarenta y ocho años estuvo mi abuela de negro; yo núnca la ví vestida de otro color. A mi abuelo lo fusilaron en el 36. Previamente, lo tuvieron en una carcel provisional a la que su mujer le llevaba a diario la comida. Pero llegó el día en el que el carcelero le dijo que se la llevara de vuelta, que ya no hacía falta. Y ella regresó, con su cesta llena, a casa.
El hermano de mi abuela, mi tio Antonio, tuvo mejor suerte. Al fusilarlo sólo le destrozaron la oreja (también el alma, enloqueció) y al caerles sus compañeros muertos encima, se libró del tiro de gracia.
Mi tío regentaba una tienda de telas, mi abuelo trabajaba unas tierras de su propiedad, llenas de encinas y matojos. Áridas. Pero por eso los condenaron, por poseer nada.
Más tarde mi padre también cayó en desgracia. Con 16 años lo cogieron, pero un día antes de que lo condenaran, llegaron al pueblo los "rebeldes" y lo liberaron. Y es que estoy hablando, sí, del otro bando, del de los "vencedores". Pero no todos estos vencieron, ellos también derramaron sangre inocente y lágrimas.
Hoy, más de 60 años después, estais publicando un ciclo emotivo que estoy leyendo íntegramente, con una inmensa pena, por tanto dolor y tanta vida rota. Núnca, ni yo ni mis hermanos simpatizamos con el franquismo. Mi padre, hombre sencillo y bueno donde los haya, núnca nos inculcó odio a nada. Eso sí, en su silencio, cúando veía algo de la Guerra en la televisión, con tristeza, pero sin decir nada, se levantaba y se iba de la sala. Núnca nos dijo nada en contra de nadie. Pero por él, me he animado a escribiros, para recordaros que sufrieron las dos Españas.

Ni que decir tiene, que núnca se publicó. Durante semanas,estuve leyendo cientos de historias desgarradoras de abuelos fusilados, padres enterrados, viudas desoladas... y ni una, ¡ni una!, hizo mención a los otros caídos. A los del otro bando. Fué vomitivo.
Hoy, mi padre, con 90 años, está en Guadalcanal recogiendo la aceituna y recordando a su sobrino Antonio Fontán que ha fallecido recientemente. Cada vez que éste iba al pueblo, le visitaba. Y charlaban, o mejor dicho, mi padre escuchaba y Antonio hablaba. Se admiraban y respetaban. Mi padre era el único tío que le quedaba. Irlo a ver si iba por allí, era cosa obligada. Pero si aquel julio del 36 esos hombres no hubieran llegado a tiempo, mi buen padre no estaría dónde está.
Así que un sobresaliente para Don Manuel, que, sin sectarismos, tuvo la belleza de alma y la sublime inteligencia de denunciar por igual, lo que hicieron las dos Españas. Si señor, un 10, y mi más sincera admiración, respeto y agradecimiento.

2 comentarios:

  1. A ti que te gustan los refranes,recuerda que nadie es profeta en su tierra. Los escritores de "aquí" nos parecen peores sin haberlos leído siquiera. Es ley de vida(aunque no debida). Sobre tu comentario, sé bien de lo que hablas, a mi abuelo lo quemaron vivo junto con otras veintitantas personas(algunos de ellos tambien de la familia) en la cárcel de Arahal unos días antes de que llegaran los "nacionales". Durante años hubo una placa en la puerta de Ayuntamiento(allí fue donde los mataron)recordando a esas personas, pero el primer alcalde comunista de la democracia la mandó quitar. Tambien es cierto que tras la ocupacion por los nacionales éstos fusilaron a otro montón de gente. Lo de la memoia histórica me parece un disparate. Por el bien de la convivencia entre todos hay que procurar respetar la memoria inividual sobre los seres queridos que cayeron, pero la historia lo que debe hacer es perdonar, olvidar y pasar página. Todo lo que no sea eso es perpetuar los rencores.

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  2. Sí, yo también pienso que hay que pasar página. Y mi padre lo ha pensado siempre también. Todavía hay mucha gente a la que le duele el tema y deberían dejarlo estar.
    En Guadalcanal también había una placa con los nombres de los fusilados en el 36. En ella estaba mi abuelo. La placa la colocó la viuda de Crespo en su fachada, la casa más bonita y visible de la plaza junto a la iglesia. A ella le mataron al marido a los 5 hijos y el mas chico con 12 años. Todos en un mismo peloton. Cuando llegó el primer alcalde comunista, tambien quiso quitarla, pero como estaba en una fachada privada, no pudo y ahi sigue. Cuando llego la democracia, mi tia maria tenia que ver en la plaza a diario a uno de los que fusilaron a su padre (mi abuelo)porque volvio al pueblo. Esa tuvo que aguantarla. Por eso, ahora no entiendo que estan con esas gaitas de la memoria historica y blablabla, cuando los verdaderos sufridores de aquello, los pocos que quedan, no quieren recordar.

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