miércoles, 10 de marzo de 2010

"Adios que se va Segundo"

Miedo me dá, nuestro insigne Sr. Alcalde se nos va. Y no de cualquier manera, sino como alma que lleva el diablo. Dicen que en una semana se larga, que no espera ni los 15 meses que le quedan de mandato. ¡Pánico da! Qué estará pasando para que un señor que estaba pegado, como quien dice, con superglú al asiento consistorial, ahora diga, de repente y sin explicar, que deja todos aquellos privilegios que su cargo le aportaban y a los que tanto apego tenía. ¡Qué habrá detras! Hay quien dice que huye para que no le estalle lo de Mercasevilla, quien opina que hay líos con los números de Tussam, quien piensa que lo de blindar el centro sin adecuar otro tipo de medio para acceder a él le ha quitado los infímos coletazos que le quedaban de popularidad, y no hablemos del tema de los Parasoles de La Encarnación... No sé, no sé.
Leyendo la conmovedora carta que ha dirigido a "la buena gente de Sevilla que se lo merece todo", me ha dado la impresión de  que lo que pretende, a golpe de "honestamente, honradamente, según mi leal saber...", es enturbiarnos los ojos con lágrimas y sentimentalismos, para que no podamos ver la verdadera causa de su partida. Por cansancio, como esgrime, no creo que se vaya. Pero el tiempo lo dirá. Ya veremos que foto encontramos antes en la prensa, si la de Don Alfredo con traje de rayas en Sevilla-I (de la que, tal y cómo estan las cosas, podría escapar con facilidad) o con camisa y bañador de flores en Hawai. Como no lo veo, la verdad, es vestido con bata blanca, volviendo al SAS.
Ah!, por cierto, se me olvidaba comentar que la carta a Sevilla la titula: "Gracias a Sevilla que me ha dado tanto", como la bellísima canción (con cierta oportuna variación, por supuesto) de Violeta Parra. Yo, ya puesta, hubiera escogido para tal ocasión, otros títulos de la misma autora , tales como: "Entonces me voy volando", "Me voy, me voy", "El hijo arrepentido", "No tengo la culpa, ingratos", "El exiliado del sur" o incluso "Adios que se va Segundo". Cualquiera de ellos hubiera sido más acertado. Y hubiera impreso, a ese drástico y penoso adiós, de cierto sentido del humor. Todo menos irse, a estas alturas de la película, lloriqueando.