lunes, 15 de febrero de 2010

Cuándo la risa se prohibe por ley

Fue el 27 de septiembre de 1996 cuándo, por primera vez, entraron unos señores que se hacían llamar talibanes en Kabul. Muchos afganos, extenuados por tantas invasiones y tantas guerras, le dieron la bienvenida. Cual fue su sorpresa cuando al dia siguiente, estos señores barbados y con turbante negro lanzaron folletos con un único mensaje que hoy transcribo. Es un poco largo, pero creo necesario mostrároslo en su totalidad para que capteis la dimensión de su dramatismo.

Nuestro watan se conocerá a partir de ahora como Emirato Islámico de Afganistán. Éstas son las leyes que nosotros aplicaremos y vosotros obedeceréis:
Todos los ciudadanos deben rezar cinco veces al día. Si os encuentran haciendo otra cosa a la hora de rezar, seréis azotados.
Todos los hombres se dejarán crecer la barba. La longitud correcta es de al menos un puño por debajo del mentón. Quien no lo acate, será azotado.
Todos los niños llevarán turbante. Los niños de uno a seis años lo llevarán de color negro, los mayores lo llevarán blanco. Deberán vestir ropa islámica y el cuello de la camisa lo llevarán siempre abotonado.
Se prohíbe cantar.
Se prohíbe bailar.
Se prohíben los juegos de naipes, de ajedrez, los juegos de azar y las cometas.
Se prohíbe escribir libros, ver películas y pintar cuadros.
Si tenéis periquitos, seréis azotados. A los pájaros se les dará muerte.
Si robáis, se os cortará la mano por la muñeca. Si volvéis a robar, se os cortará el pie.
Si no sois musulmanes, no podréis practicar vuestra religión donde puedan veros los musulmanes. Si lo hacéis, seréis azotados y encarcelados. Si os descubren tratando de convertir a un musulmán a vuestra fé, seréis ejecutados.
Atención mujeres:
Permaneceréis en vuestras casas. No es decente que las mujeres vaguen por las calles. Si salís, deberéis ir acompañadas de un pariente masculino. Si os descubren solas en la calle, seréis azotadas y enviadas a casa.
No mostraréis el rostro bajo ninguna circunstancia. Iréis con el burka cuando salgáis a la calle. Si no lo hacéis, séreis azotadas.
Se prohíben los cosméticos.
Se prohíben las joyas.
No llevaréis ropa seductora.
No hablaréis a menos que os dirijan la palabra.
No miraréis a los hombres a los ojos.
No reiréis en público. Si lo hacéis, seréis azotadas.
No os pintaréis las uñas. Si lo hacéis, se os cortará un dedo.
Se prohíbe a las niñas asistir a la escuela. Todas las escuelas para niñas quedan clausuradas.
Se prohíbe trabajar a las mujeres.
Si os hallan culpables de adulterio, seréis lapidadas.
Escuchad. Escuchad atentamente. Obedeced.
Alá-u-akbar.

Sobran las palabras.
Así pasaron cinco años, ya que no fué hasta poco después del 11 de septiembre de 2001, fecha de la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, cuándo George W. Bush declaró la guerra a Afganistán, afrentado por el hecho de que los talibanes se negaran a entregar a Bin Laden, al que habían dado refugio en su país.
Tras casi nueve años de contienda, en estos días, la OTAN ha lanzado una dura ofensiva para acabar, definitivamente, con un refugio insurgente de 25.000 talibanes en Marjah, al sur de Afganistán. Han muerto doce civiles, duro saldo el de las guerras. Pero antes de que juzguéis esta acción, os animaría a leer una bellísima novela: "Mil soles espléndidos" de Khaled Hosseini (autor de "Cometas en el cielo") Una historia terriblemente real que relata la vida de dos mujeres afganas.
Son muchos los que opinan que los soldados de la OTAN no pintan nada allí, que tendrían que retirarse ya y dejar a ese pueblo abandonado a su suerte. Y yo me pregunto, ¿cuánto tiempo tardarían en volver a aquellas terroríficas leyes de 1996? ¿Podríamos los países democráticos y libres, admitir moralmente que ese pueblo volviera al dominio integrista de los talibanes, con todo lo que ello conlleva? Flaco favor le haríamos a nuestro bien amado concepto de igualdad y libertad.
Así que reflexionad, por favor, y valorad la sangre que esos soldados estan derramando; no chilléis por chillar. Y pensad en esas niñas sin escolarizar, en esas mujeres con burka, en lo que sería vivir sin cantar, bailar, leer, reir, dibujar... ¿Os lo podeis, ni siquiera, imaginar?